Hemos sido varios los seminaristas que hemos tenido la suerte de poder asistir a Roma para la canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II el pasado domingo 27 de abril.

Cuatro de nosotros realizamos ese viaje en la peregrinación organizada por la Delegación de Pastoral  Juvenil, que contó con alrededor de 100 jóvenes de toda nuestra diócesis.

Ha sido una experiencia magnífica para vivir juntos las fe, la alegría y la juventud en torno a Cristo. Ese fue el ambiente que penetró toda nuestra peregrinación. Lo más destacable de todo el viaje, a mi parecer, sería la comunión que se ha creado entre nosotros. Personalmente, yo calificaría el día del sábado como el día de “la comunión diocesana”, porque si bien es verdad que durante todo el viaje se dejó notar esta unión en Cristo, fue el sábado, en la plaza de San Pedro, donde más se palpó, pues unidos alabábamos a Dios con danzas, palmas, cantos,… Y el domingo, día de la canonización, yo lo llamaría el “día de la comunión con la Iglesia universal”, porque, aunque no pudimos acceder a la Plaza de San Pedro, la mayoría de nosotros pudimos recibir a Cristo en la comunión, una comunión que nos unió con el Papa en el Vaticano, con todos los peregrinos que se encontraban en la plaza, con toda Roma, por donde se estaba distribuyendo la Sagrada Comunión, y con el mundo entero que comulgaba con la Iglesia mediante la comunión espiritual, y como no, con la Iglesia del Cielo, con la que todos nos alegrábamos por la canonización de San Juan XIII y San Juan Pablo II.

Pedimos que ellos sean intercesores para nosotros, que nos ayuden a ser dóciles al Espíritu Santo, como dijo el papa Francisco de Juan XXIII, y que nos den fuerza y energía para no tener miedo y seguir siendo jóvenes testigos del amor de Cristo en medio del mundo, como tantas veces nos animó Juan Pablo II.

San Juan XXIII, san Juan Pablo II, rogad por nosotros.

Josemi, seminarista de 5º de Teología

Canonización - Seminario de Murcia - Diocesis de Cartagena

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