Testimonio vocacional de Gaizka
“El Señor es mi socorro y mi fortaleza, Él es quién me sostiene”
Me llamo Gaizka, tengo 19 años, procedo de la Parroquia de San Fulgencio de Cartagena, y soy el menor de dos hermanos. Yo nací en el seno de una familia cristiana pero no muy practicante. Al poco de nacer me bautizaron y posteriormente me apuntaron a catequesis de comunión. En aquel entonces, para ir los domingos a misa tenía que arrastrar a mis padres. Cuando hice la comunión comencé a ir a misa con mi abuela y, cada vez que iba a comulgar, mi párroco me decía que tenía que salir de monaguillo. Después de pensármelo varias semanas, decidí comenzar a salir de monaguillo. Estuve unos cuantos años saliendo de monaguillo y un día escuché que necesitaban ayuda para montar el belén parroquial. Le dije a mi párroco que quería ayudar y a raíz de eso comencé a ir a misa todos los días y a involucrarme más en la parroquia. Poco a poco comencé a admirar más la figura del sacerdote, pero yo no me daba cuenta.
En 2014 comencé las catequesis de confirmación y fue un año muy duro por problemas familiares. En verano, el grupo de confirmación nos fuimos a Lourdes y a Javier y se vinieron con nosotros un grupo de seminaristas. Cuando me dijeron que se venían con nosotros pensé: “Pero si esos son unos raros que no saben divertirse”. Luego cuando traté con ellos descubrí que no. Un día, dándonos uno de ellos su testimonio, me marcó tanto que lo dejaran todo para seguir al Señor y anunciar a todos su seguimiento que, nada más volver, le dije a mi párroco de hacer una experiencia en el seminario y, de esta manera, ver si de verdad el Señor me llamaba al sacerdocio. Gracias a mi encuentro personal con Jesucristo a través de la oración pude descubrir que el Señor me llamaba a dejarlo todo y seguirlo.
Durante todo el 2015 estuve haciendo alguna experiencia en el Seminario Menor y en el campamento de verano que se hizo en Moratalla decidí entrar al Seminario. Cuando se lo dije a mis padres no me pusieron ningún problema porque ellos ya se lo esperaban, y desde que estoy en el seminario los veo más felices y más unidos. Estuve en el Seminario Menor de San José durante dos años y soló le puedo dar gracias al Señor por la obra que Él ha hecho por medio de esta realidad.
Actualmente estoy en segundo curso del Seminario, es cierto que ha habido momentos de muchas luchas y querer tirar la toalla, dejarlo todo y marcharme a mi casa huyendo de todo. Pero como nos dice el profeta Oseas: “te llevaré al desierto y allí te hablaré de corazón”. El Señor siempre ha puesto en mi camino las personas oportunas para darme cuenta de que todos los miedos y todas esas dudas son obra del demonio y que lo que el Señor quiere de mi es que sea feliz cumpliendo su voluntad. En mi vida siempre me ha marcado fuertemente una frase que repetía con insistencia el Papa San Juan Pablo II: “No tengáis miedo, abrid las puertas de vuestro corazón a Cristo”. Para mi no es lo mismo tener a Cristo en mi vida que no tenerlo porque, después de todos estos años, he podido experimentar que teniéndolo a Él y cumpliendo su voluntad es como verdaderamente soy y seré feliz.
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