Itinerario formativo | Dimensiones y etapas

El Seminario Mayor ofrece un itinerario formativo que ayuda al joven que ha sentido la llamada del Señor en primer lugar discernir la llamada y seguidamente a crecer y madurar teniendo como referente el corazón sacerdotal de Jesús. Para la consecución de este fin seguimos las pautas que nos ofrece el Plan de Formación Sacerdotal para los seminarios de España “Formar pastores misioneros”, que recoge las indicaciones de la Ratio Fundamentalis Institutionis Sacerdotalis, de la Congregación para el Clero.

Este itinerario de formación integral supone el desarrollo de cuatro dimensiones que son referente para el crecimiento del seminarista: humana, espiritual, intelectual y pastoral, además de dos notas transversales que acompañan el proceso: comunitaria y misionera.

Dimensión humana

Es la base principal sobre la que se va edificando el ser sacerdotal y tiene como las actitudes de Jesús, hombre perfecto, poniendo el acento en los ámbitos más esenciales la persona humana, con un cuidado especial del ámbito físico, psicológico, social, moral… Con la mirada puesta siempre en el futuro servicio ministerial.

Dimensión espiritual

El seminarista, como todo cristiano, está llamado a la santidad; en su caso, llegará a ella, por gracia, en la vida y ministerio sacerdotales. Así, se debe dar una búsqueda continua de comunión profunda con Dios y con los hermanos, desde una amistad sincera con Jesús y un espíritu de servicio hacia el prójimo, todo ello movido por el Espíritu Santo, que va dando forma al corazón del seminarista según la persona de Cristo, Buen Pastor, y enraizados en la Eucaristía y la Palabra de Dios. Para alcanzar esta madurez espiritual es necesaria una apertura libre y consciente a la gracia de Dios, que es el que llama.

Dimensión intelectual

Para anunciar a Cristo y su Evangelio, es necesario conocerlos y amarlos. Por eso, el seminarista se prepara también intelectualmente para dar razón de la esperanza cristiana, por medio de los estudios de Filosofía y Teología. También es fundamental un conocimiento del hombre y del mundo de hoy para poder acercar del mejor modo la persona y el mensaje de Jesús.

Dimensión pastoral

El sacerdote debe tener los mismos sentimientos de Cristo hacia todos, especialmente hacia los más pobres y necesitados. Por ese motivo, el Seminario pone los medios para hacer de la caridad pastoral el motor de toda la vida y ministerio del futuro sacerdote, para que el amor que sale de él sea el mismo amor de Jesús por toda la humanidad, unido a un deseo de salvación de todas las almas.

Toda esta preparación se da en clave comunitaria y misionera, es decir, junto a otros hermanos, en el marco de toda la Iglesia, que se concreta en la diócesis y en la propia comunidad del Seminario, y siempre abiertos a la misión universal de la Iglesia.

Esa madurez integral del seminarista se va dando a lo largo de los años del Seminario, y continuará toda la vida, también como sacerdote. Como ayuda para lograr esto, el tiempo de la formación inicial en el Seminario se divide en cuatro etapas, que marcan al seminarista un camino progresivo a seguir en la configuración con Cristo:

Es un tiempo, en comunidad no inferior a un año, que favorece el discernimiento de la propia vocación mediante: la oración, los sacramentos, la profundización de la fe y la vida cristiana y un primer contacto con lo que será el itinerario de formación sacerdotal. 

Todo sacerdote es en primer lugar discípulo. En este segundo momento de la formación el seminarista encontrará los medios para afirmar su opción sacerdotal por Jesús, como discípulo suyo, de manera consciente y libre.

Se espera que el sacerdote sea en todo semejante a Jesús por eso en la etapa, al seminarista, se le ofrecen los medios necesarios para realizar el camino de configuración con Cristo Cabeza, Siervo, Pastor, Sacerdote y Esposo.

En esta última etapa de la formación inicial al futuro sacerdote dispondrá de tiempo sereno de síntesis y recapitulación de estos años de formación en todos los ámbitos, al mismo tiempo que se le facilita y potencia la inserción en la vida pastoral, desde el servicio que ejercerá cómo diácono y, más adelante, como presbítero.

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