Del 1 al 5 de julio, seminaristas y formador recorrimos las cinco etapas que nos llevarían hasta la tumba del apóstol, cinco días intensos, como explica D. Francisco José Fernández: “El camino es confianza, porque te fías de las indicaciones de las personas a las que preguntas, te fías del otro; es pobreza porque un peregrino vive con poco; es alegría porque a cada paso ves una meta superada; es paciencia porque no se hace el camino en un solo día, cada día tiene su afán; también es silencio, un silencio sonoro donde Dios habla. Y por supuesto, el camino ha sido comunidad y fraternidad, porque hemos caminado con el seminario, como parte de una historia en común y como familia de Dios en la Iglesia, caminamos unidos, dejando semillas con aquellos que nos hemos tropezado de lo que somos y hemos recibido como regalo, porque somos vocación, llamada y regalo de Dios para el mundo, y nuestro peregrinar ha dejado su huella en los otros”.
Para Miguel Ángel Alarcón, seminarista de 4º: el camino de Santiago ha supuesto muchas dificultades: “lesiones, ampollas, dolor, dudas, miedos; pero también alegrías, superación y esfuerzo... Es semejante al camino que se comienza al nacer, pero sólo hay un bastón que ayuda a llegar a la siguiente etapa, la confianza en que Dios prepara el camino para ir a Él".
Finalizado el camino, disfrutamos del fin de semana en Santiago de Compostela y ayer regresabamos a nuestra Diócesis. “Mañana no habrá botas que poner, ni ropa que lavar, pero no se termina el camino llegando a Santiago, hemos de dar razón y esperanza de lo que hemos vivido. Santiago no es la meta, al llegar allí descubrimos una nueva señal en el interior, como una flecha amarilla que marca un nuevo destino: vivir nuestra vida y vocación en clave peregrina, desde la sencillez y la pobreza, desde la fraternidad, siempre hacia delante, superando dificultades, afrontando nuevos retos y guiados siempre por Dios. Seguimos en camino, buen camino”, explica D. Francisco José Fernández.
Ver fotos
Síguenos en