El pasado miércoles 28 de noviembre el Seminario Mayor recibió al sacerdote de la diócesis de Burgos Gabriel Domingo Redondo Rodríguez, misionero en Zambia por mediación del IEME (Instituto Español de Misiones Extranjeras). Si nuestro Seminario siempre considera una gracia acoger a los misioneros y compartir con ellos un poco de nuestras vidas y el tesoro de nuestra fe, esta vez no fue menos, pues pudimos compartir la cena, el testimonio personal de vocación y la experiencia misionera de primera mano, y, al día siguiente, la Eucaristía, en la que pedimos al Señor por las misiones.

D. Gabriel nos contó que ya desde joven participaba en las actividades de la parroquia y que vivían muy intensamente la fe, especialmente en el grupo de monaguillos.  Animado por su párroco y fruto de los encuentros y las convivencias en el Seminario, algunos de esos jóvenes pudieron entrar en el Seminario y ser ordenados sacerdotes. Una vez ordenado sacerdote decidió salir a la misión para proclamar al mundo la noticia del Evangelio, en concreto a Zambia, donde había de permanecer once fructíferos años de experiencia misionera. Nos detalló información sobre el contexto social y religioso de aquel país, las dificultades debidas al subdesarrollo y a las enfermedades, y la paradójica riqueza espiritual, humana, lingüística o biológica que se puede encontrar allí. Sin duda, nos presentó grandes y apasionantes retos que la Iglesia tiene por delante. En este contexto, nos comentó que desde Roma se está preparando un gran movimiento misionero con objeto del centenario de la Carta Magna de las Misiones, la encíclica Maximum illud, publicada en 1919 por Benedicto XV.

Finalmente, en nuestro turno de preguntas, salieron a relucir temas que nos situaron en la onda misionera: la alegría, la intensidad con que viven la Eucaristía dominical y el sacramento de la confesión –llegando a recorrer muchos kilómetros para poder celebrar su fe-, la necesidad tan grande que tienen de sacerdotes o la labor encomiable que desempeñan los catequistas y ministros de la Palabra.

Damos gracias a Dios por esta experiencia que hemos podido compartir, y pedimos al Señor, por intercesión de María que siga tocando el corazón de muchos jóvenes para entregar su vida al anuncio del Evangelio

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