Testimonio vocacional de Felipe Ferreres
"La vivencia comunitaria de la fe en Cristo Jesús ha estado presente en todo momento"
Momento inicial
La vocación es como ese gusano que empieza a hacer un agujero en la manzana (en este caso, tu corazón) y sin saber cómo, va royéndola entera. En mi caso, la vocación apareció con sus primeros indicios en mayo del 2003 y hasta febrero del 2017 no di ningún paso firme. Miedos, inseguridades, la libertad de los hijos de Dios y… la insistencia del Señor que nunca dejó de esperarme. Muchas veces, a lo largo de este tiempo de espera, me preguntaba por el sitio concreto (congregación, movimiento, seminario…) y eso me inquietaba. Mi deseo era y es servir al Señor y llevarlo a los hermanos. La palabra última la tiene el llamado y no tienes más remedio que fiarse de las mociones que el Espíritu Santo va dejando en tu historia de salvación. Mucho tiempo dando vueltas y su voz siempre resonaba dentro de mí.
Encuentro personal con Cristo
Para este encuentro, han sido de gran importancia cuatro elementos: los Sacramentos, el trípode ignaciano (Ejercicios Espirituales, acompañamiento periódico y oración personal), el servicio al prójimo (especialmente en el Cristo Sufriente) y el ejemplo de la Virgen María, como Modelo de Entrega a Dios. A lo largo del tiempo, todos estos elementos me han ayudado a ir descubriendo la voluntad de Dios en mi vida que, si bien sabía que era seguir a Jesús de Nazaret, no sabía cómo. He tenido la suerte de contar un sacerdote (en mi caso, un jesuita), con el que contrastar todas aquellas mociones que se me suscitaban en mi corazón y en las que discretamente el Señor me invitaba y me invita a seguirle tras sus huellas y de forma radical. Y de forma transversal, la vivencia comunitaria de la fe en Cristo Jesús ha estado presente en todo momento.
Mi realidad al día de hoy
He entrado al Seminario con 33 años y en ocasiones me pregunto por qué no entré antes. Catorce años esperé… El primer año es especial. Yo, además, venía del mundo laboral (ejercicio de la abogacía) y el hacerte al ritmo del Seminario cuesta al principio. Es un tiempo de muchas novedades y muchos cambios. Ha pasado ya año y medio desde que entré de manera formal al Seminario y sólo puedo decir que el Señor sabe hacer las cosas muy bien. Te regala hermanos de Comunidad, te enseña un proyecto apasionante, te enseña a reírte de ti mismo y te anima a querer el mundo como Él lo ama. En el Seminario no hay ningún día igual. Todos los días son distintos. El Señor lo hace todo nuevo. Yo, al día de hoy, me siento dichoso de haber respondido a la vocación. En ella encuentro el sentido de mi vida, ella es la que me anima día a día a seguir hacia delante a pesar de los contratiempos y fragilidades. El poder ver que hay muchos chicos que siguen respondiendo con generosidad al Señor es un aliciente importante. Sé que no estoy solo en esta aventura. Y el Señor me va regalando perlas que me permiten ir confirmando aquello sentido por mí de forma tan reiterada: la llamada.
¡¡Gracias Señor!!
Síguenos en