Con motivo de la convocatoria realizada por parte del Obispo de Cartagena a toda la Iglesia Diocesana, de vivir de forma especial este curso como un Año de la Esperanza, la Pastoral Vocacional convocó a sacerdotes, seminaristas, religiosas, religiosos, novicios y novicias a ser signos de la esperanza participando en una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de la Esperanza de Calasparra, peregrinación que se ha denominado “La Esperanzada”.

Antes de partir para Roma, a participar en la beatificación de Madre Esperanza, el Obispo de Cartagena animaba desde su cuenta en Twitter a todos los peregrinos: “Aplaudo a los peregrinos de la Esperanza: seminaristas, religiosos y jóvenes. ¡Dios bendiga vuestros pasos bajo la mirada de la Virgen!”.

La jornada comenzó a las 9:30 horas del sábado todos los participantes, más de 150, se reunían en la iglesia del convento franciscano de Nuestra Señora de las Maravillas de Cehegín, para participar juntos de la celebración de la Eucaristía. Al finalizar la celebración, y tras recibir la bendición del peregrino, los consagrados iniciaron la marcha a pie hasta Calasparra.

Una vez recorridos los siete primeros kilómetros, los peregrinos realizaron una parada en la pedanía ceheginera de Canara, donde rezaron el Regina Coeli. Emprendieron de nuevo el camino y la lluvia les hizo detenerse en Valentín (Calasparra-Cehegín). En los salones parroquiales pudimos descansar, comer y también participar de la catequesis preparada en torno al pasaje de los Discípulos de Emaús. “Fue una catequesis hermosa en la que analizamos los tres momentos de esta lectura: la desesperanza de los discípulos, el consuelo al dejarse acompañar por Jesús y la esperanza en el Resucitado”, explica D. Sebastián Chico.

La peregrinación llegó a las 19:30 horas del sábado a Calasparra, donde las mujeres fueron acogidas en el colegio de las Franciscanas de los Sagrados Corazones y los hombres en el pabellón municipal. A las 22:00 horas, tuvo lugar en la iglesia de La Merced, la vigilia de oración por las vocaciones. Ante el Santísimo Sacramento del Altar, los peregrinos y muchos calasparreños pidieron a Dios vocaciones según su corazón. Varios sacerdotes de la zona se unieron en la vigilia para administrar el sacramento de la Confesión, indispensable para poder recibir las indulgencias plenarias que se lucraban con la peregrinación.

Los seminaristas del Seminario Menor de San José, que portaban camisetas azules, estuvieron acompañados en todo momento por sus formadores y sus monitores, tres seminaristas mayores del Seminario San Fulgencio que este año realizan la pastoral con ellos. Ángel García Martínez, seminarista menor que estudia 3º de ESO, asegura que esta peregrinación ha sido “como una pequeña representación de la vida: caminar, sin pausa, con la mirada fija y la esperanza puesta en Jesús y en María. Me ha permitido descubrir qué es la Esperanza y en qué la tengo puesta, para así, ponerla en Cristo. Y ha supuesto saber decirle a María, de corazón, lo que rezamos en la Salve: ¡Esperanza nuestra, Salve!”.

La jornada del domingo comenzó a las 9:00 horas con el rezo de Laudes en la ermita de los Santos Mártires San Abdón y San Senén, patronos de Calasparra. Allí se unieron más religiosos, así como familias y jóvenes para iniciar el último tramo de la peregrinación, en la que la lluvia, tan deseada, también se hizo presente.

Tras recorrer 22 kilómetros, “La Esperanzada” llegó al santuario de Nuestra Señora de la Esperanza a media mañana, y a las 12:00 horas comenzó la Eucaristía, presidida por el Vicario de la Zona Suburbana I, D. Fernando Valera. Tras la celebración, todos disfrutaron de la comida y de momentos lúdicos, con juegos y dinámicas de grupo.

Pablo Romero Santa, seminarista de 2º de Filosofía del Seminario Mayor de San Fulgencio, asegura que a pesar de las inclemencias del tiempo y lo costoso de la caminata ha sido una experiencia maravillosa: “Salir de nuestra rutina, ponernos a caminar, compartir experiencias, conocer carismas y sobre todo ser signo de esperanza. Lluvia, frío, barro, agujetas, pero todo con alegría, hacia delante, sin detenernos, sabiendo que en Cristo está el fundamento de nuestra vida y nuestra esperanza y que hacia él caminamos. Como María nos hemos puesto al servicio de nuestros hermanos y me traigo el gozo de encontrar en ellos a Jesús”.

Daniel Szyszka, joven polaco que se está formando en el Seminario Misionero Redemptoris Mater, afirma que ha sido una experiencia positiva en la que ha vuelto a comprobar que la vida sólo tiene sentido pleno en Cristo: “Cristo nos muestra el amor inconmensurable que Dios nos tiene. Cuando un hombre se aleja de Dios y pone su ser en ser querido por otra persona si sufre un desengaño experimenta el no-ser, es decir, la soledad inmensa. Sólo el amor de Dios colma el ansia de eternidad de la persona y le da un sentido verdadero a su vida”.

Muchas religiosas han participado en esta peregrinación, entre ellas María Pilar Nicolás, postulante de las Hermanas Apostólicas de Cristo Crucificado, que asegura que la experiencia le ha posibilitado compartir muchas cosas: “He tenido largas conversaciones con mucha gente, hemos compartido tanto la vida, nuestras vocaciones, como lo que teníamos y llevábamos en la mochila”. Otra de las religiosas participantes en La Esperanzada es la hermana Mar Camargo, de las Esclavas de Cristo Rey, que destaca que la experiencia ha sido todo un regalo: “poder compartir con religiosas, religiosos, sacerdotes, seminaristas y laicos de vida comprometida cómo vivimos nuestra vocación es una riqueza; hemos sido testigos de la alegría en medio de tanta desesperanza que hay en el mundo, porque la razón de nuestra esperanza es Cristo”.

Por primera vez peregrinaba al Santuario de la Esperanza el hermano Flémoquin, fraile franciscano de Madagascar, que asegura que esta experiencia ha sido muy enriquecedora para él porque ha supuesto un intercambio de experiencias vocacionales entre todos los participantes: “Como dice el Papa hemos salido a la calle como testigos vivos del Evangelio”.

Tal y como pretendía la Delegación de Pastoral Vocacional, los consagrados participantes en la peregrinación han sido un signo de esperanza. “Ha sido una de las experiencias más bonitas de este año; se ha creado un espacio de encuentro abierto a las distintas realidades vocacionales; y todo inundado de alegría y alabanza al Señor”, asegura D. Sebastián Chico que ya está pensando en el lugar al que La Esperanzada les llevará el próximo año.

Damos gracias a Dios por la experiencia vivida y pedimos por los frutos de la misma, para que durante los días de peregrinación, se hayan removido los corazones de los jóvenes que habiendo asistido, o siguiendo su desarrollo, puedan estar receptivos a la llamada de Dios.

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