ESPERANZADA 2017

Testimonio de Inmaculada López

Se me ha pedido que de testimonio sobre mi vivencia experimentada en la peregrinación en la que participé, vivencia que agradezco a Dios de todo corazón.

Es verdadero que la fe es un don de Dios y se nos ofrece y da gratuitamente. Nuestro Señor siempre lleva la iniciativa y es quien nos invita a abrirle nuestro corazón.

Esta peregrinación hacia “La Cruz de Cristo, Puerta de la Vida” ha supuesto para mí una nueva apertura del corazón para PODER COMPARTIR EL AMOR DE DIOS. Amor que he sentido presente en todo momento en las diferentes personas con las que peregrinaba.

Ha sido un lujo, un nuevo regalo De Dios ¡Gracias Padre!

En mi vida diaria y dentro de mi ambiente profesional me rodean personas ajenas a Dios y a la fe, y me es costoso, e incluso hasta llega a ser una lucha,  hablarles de Él y evangelizar; pero tal y como nos pidió el Papa Francisco “debemos ser Iglesia en salida y  debemos mancharnos de barro”. Afortunadamente la lucha también está presente en las catequesis de niños.

En estas circunstancias diarias, la peregrinación ha supuesto para mí un hálito de frescor al permitirme compartir y disfrutar momentos y conversaciones con hermanos que, como yo, se sienten queridos por Dios, hermanos en los que habita y se desprende “el olor del Amor de Dios”.

A pesar de pequeñas piedras, propias de todo camino y que calificaría de minúsculas (lluvia, frío y la dureza del suelo nocturno) he sentido una gran alegría, el regocijo inundaba mi corazón, y esto mismo lo  he apreciado en mis hermanos de fe y de camino. Avanzábamos con ilusión,  “haciendo ruido” como diría nuestro Papa Francisco. Cuando la alegría inunda tu corazón es fácil manifestarla “lo que siente el corazón lo habla la boca”.

La presencia de Cristo que caminaba a nuestro lado era muy fuerte, la veía no solo en los sacerdotes, diáconos, seminaristas y religiosas sino también en mis compañeros de viaje, que como yo somos la iglesia peregrina en la tierra, y como brisa suave estaba  LA MANO DE MARIA, ¡DE LA SEÑORA! (como me han enseñado a llamarla en el seminario), nuestra madre celestial, que tiraba de mí como maestra y modelo de ilusión y Esperanza.

Han sido días de encuentro, “de estar cara a cara con ÉL”, días de compartir una vigilia de oración y eucaristías,  compartir múltiples experiencias (recuerdo los bailes y saltos del concierto, el karaoke de un sacerdote del que no pongo aquí su nombre por eso de la protección de datos, hooola Jose,  los sonidos que imitaban casi a la perfección un pájaro nocturno o una moto que se escuchaban en el polideportivo cuando era el toque de queda, jajaja,  el volteo de bienvenida de las campanas de las iglesias de los pueblos por los que pasábamos, la policía local que nos acompañó a las chicas a nuestro lugar de pernocta tras el concierto para que no nos pasara nada, el baile de Kenya que nos enseñó la hermana Jacinta y en el que con mucha vergüenza participé y ofrecí para mayor Gloria de Dios, los avituallamientos, la escoba…); han sido días de estrechar lazos de sincera amistad, y también para cumplir la labor evangelizadora respecto de aquellos caminantes que no sabían muy bien el motivo por el que habían aceptado la invitación a participar o respecto de aquellos que iban de excursión sin más, en los que era evidente que Jesús tenía puestos los ojos, aunque ellos no lo sabían.

¡Qué regalo también compartir con una joven la experiencia de su Llamada!, llamada a la que estaba siendo receptiva, si bien acechaban dudas e inquietudes.

En definitiva, me  ha servido todo para renovar fuerzas en mi lucha de contagiar a los demás  la Esperanza en Jesús, a ver a la Cruz de Cristo, Puerta de la Vida como Signo de Esperanza y sin miedo, y comprender que si quiero Amor de verdad no debo reservarme tiempo ni comodidad.

Por extraño que parezca y se me tilde de “ñoña” todo se me ha hecho dulce, y  a ello ha contribuido no solo la gracia de Dios, sino evidentemente  la magnífica organización y participación activa de todos, todos, los seminaristas, a los que aprovecho para darles un pedazo de abrazo, como los que ellos me daban y a los que agradezco por haberme cuidado.

 A todos/as los que hemos caminado juntos en esta ESPERANZADA, decirles que os siento verdaderamente como Hermanos/as por esos estrechos lazos trazados.

¡JESÚS GRACIAS por hacerte el encontradizo conmigo en la esperanzada 2017!

María contigo empecé la peregrinación en Tu Santuario de Calasparra, permíteme siempre ir de tu mano en el peregrinar de la vida, llévame a tu hijo por el servicio a los Hermanos!

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