Los inicios
Durante mi infancia, estudié en el colegio de las Madres Mercedarias de Lorca, el cual recuerdo con especial cariño por su carisma y la capacidad de evangelización a través de tantas actividades que proponía, como el día de san Blas, el día de san Pedro Nolasco o el día de la tómbola solidaria.
En estos años de colegio, también realizamos numerosos voluntariados, como los del ropero de Cáritas, el economato, el banco de alimentos de Cáritas y un proyecto ideado por el colegio llamado ALCA (alternativa a la calle), dedicado a niños de primaria, a quienes se les acogía en un colegio por las tardes, donde los ayudábamos a hacer los deberes, y merendaban. Estos niños me hicieron descubrir a Jesús en los necesitados, y descubrir una nueva versión de mí.
Como dice el evangelista Mateo, «porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recibisteis» (Mt 25, 35). Esto, sumado a personas y situaciones de mi vida, hizo que fuera descubriendo a Jesús y a preguntarme si me quería para algo más.
La llamada
Recuerdo que fue a los trece años cuando por primera vez sentí la llamada, una llamada que ha ido conmigo hasta el día de hoy. Al sentir tan “extraño” sentimiento de acercamiento a Dios, me puse a investigar, recuerdo el buscar vídeos en YouTube sobre cómo era la vida de un cura, como era su día a día… Más tarde descubrí un canal de un Seminario de Madrid que me ayudó a posteriormente encontrar el del Seminario de Murcia, y ver todos los testimonios de los que ahora son mis hermanos de comunidad, testimonios que fortalecieron sin duda mi vocación.
Recuerdo también con cariño, ante la inocencia de un niño con una inquietud tan poco común, el fabricarme con objetos de mi casa, toda una serie de ornamentos litúrgicos, entre ellos: una casulla con un trozo de tela verde, un incensario con un macetero de metal y una cadena, un copón con una bombonera y un cáliz con una copa de trofeo.
Más tarde, a los 18 años, empecé a plantearme más seriamente el entrar al seminario, mandé un correo al seminario, al cual me respondió el rector del mismo, D. Manuel Verdú, y me invitó a las convivencias del preseminario, las cuales también me ayudaron para determinar la decisión de entrar al seminario.
El hoy
Tras el año de preseminario, he decidido dejar mi vida en manos de la Iglesia, y dejar a un lado los proyectos personales y profesionales. A día de hoy he de decir que me encuentro profundamente feliz, tanto en la relación con los hermanos y con los formadores, siempre guiada, al igual que toda mi vida, por Dios y por la Santísima Virgen María.
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