Bajo el lema “Las vocaciones sacerdotales: signo de Esperanza en el mundo”, ha tenido lugar, del 21 al 27 de julio, la habitual convivencia vocacional organizada por el Seminario Mayor San Fulgencio en la Casa de Espiritualidad “Mar de Galilea”, en Los Urrutias.

Dirigidos y acompañados por D. Sebastián Chico, Rector del Seminario, ocho seminaristas de segundo y cuarto curso, además del diácono D. Antonio Lucas, estuvimos trabajando durante los meses previos a la convivencia para que los jóvenes que buscan un encuentro con el Señor que les ayude a discernir la llamada en sus vidas, pudieran gozar del entorno exterior e interior propicio para ello.

Fueron trece los que acudieron este año a la cita. A lo largo de los siete días de convivencia se fueron recorriendo, en cada uno de ellos, los diferentes aspectos de la vocación, desde la misteriosa elección por parte de Dios, antes de ser creados, hasta el modelo de toda respuesta cristiana a la llamada de Dios, que encontramos en nuestra madre la Virgen María.

Eucaristía, catequesis, talleres, oración… constituyeron el eje vertebrador de cada día, en los que tampoco faltó tiempo para un baño reparador, el juego o la charla distendida, aunque también, en muchas ocasiones, profunda e iluminadora.

Pasados los primeros días en los que, de forma inevitable en eventos de este tipo, cierta tensión flota en el ambiente ante las dudas acerca de cómo se desarrollarán los acontecimientos, lo cierto es que la apertura a la voluntad de Dios que significa ese ponerse en camino pronto dio su fruto, de manera que la paz y la alegría, que no faltaron desde el principio, se hicieron, sin embargo, patentes de modo especial.

A ello contribuyó, sin duda, la celebración penitencial y la presencia continuada de Jesús Sacramentado en medio de nosotros.

A lo largo de la semana tuvimos la agradable visita de nuestro Señor Obispo y de numerosos sacerdotes, entre ellos los directores espirituales del Seminario Mayor San Fulgencio, el Señor Vicario de la zona, D. José León, y también los nuevos formadores, D. José Antonio y D. Abel.

La víspera de la despedida tuvimos una vigilia de adoración al Santísimo Sacramento y ya el domingo, día del Señor, después de una Eucaristía en la que dimos gracias por todos los dones recibidos durante estos días, se dio fin a una semana de gracia y de bendición. De este modo enriquecidos, con la vocación en unos casos confirmada, en otros clarificada, en algunos despertada, emprendimos el regreso a nuestros lugares de origen con la alegría y la esperanza de comprobar que Dios sigue llamando a jóvenes para que, desde la radicalidad de la entrega de sus vidas, la salvación obtenida por Cristo llegue a todos los hombres.

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