Los inicios

Durante mi infancia estudié en un colegio católico. Recuerdo con especial cariño los momentos de oración, como cuando acudíamos a la capilla a visitar a la Virgen durante el mes de mayo o a rezar el rosario. En mis años de bachillerato me invitaron a participar en “Adoremus”, un encuentro de jóvenes con Jesús Eucaristía. Allí descubrí que Jesús estaba vivo y que me amaba. Conocí por primera vez a jóvenes cristianos, comprometidos con la Iglesia y alegres.

Al empezar mis estudios universitarios me trasladé a Murcia, allí conocí a Don Miguel Conesa Andúgar, que me ayudó profundizar en el conocimiento de Jesucristo por medio de la oración, la práctica de los sacramentos y la vivencia de la vida cristiana. El ejemplo de entrega de este sacerdote me marcó profundamente.

En el año 2011 participé en la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid. Fue una experiencia inolvidable, el encuentro con el Papa y con tantos jóvenes que creían lo mismo que yo, fue un gran un impulso para mi fe. Yo pedía al Señor que me mostrase el camino que debía seguir y lo que quería de mí. Después de la JMJ de Madrid comencé un noviazgo que duró varios años. Mi vida iba enfocada hacia la vocación matrimonial, pero el Señor tenía otros planes.

La llamada

Durante este tiempo he podido acompañar a muchos de aquellos jóvenes que han dado su vida a Dios mediante el sacerdocio y la vida religiosa. Su testimonio de entrega y su alegría me animaba a ser generoso con Dios y buscar su voluntad, sabiendo que esta sería mi felicidad. Cada vez iba comprometiéndome más en mi Parroquia, Ntra. Señora de la Esperanza de Cartagena, en especial en la catequesis con los jóvenes. Recuerdo unos ejercicios espirituales en los que ante la pregunta de San Ignacio de Loyola: “¿Qué he hecho yo por Cristo?, ¿qué hago por Cristo?, ¿qué puedo hacer por Cristo?” Surgió en mi interior la idea de entregarme a Dios en el sacerdocio. Fui a visitar al rector del Seminario Diocesano San Fulgencio y plantearle mis inquietudes.

El hoy

Tras un tiempo de discernimiento he decidido dejar mi vida en manos de la Iglesia y entrar en el Seminario, abandonando mis proyectos de vida personales y profesionales. Durante toda mi vida siempre me he sentido especialmente acompañado por la Virgen María, a la que me enseñaron a rezar desde pequeño y a confiar en ella. En su Corazón dejo toda mi vida y mi vocación.