Los inicios

Nací en Puerto Lumbreras en el año 1999. Fui un niño muy feliz durante toda mi infancia. Los primeros recuerdos que tengo de Dios son que, antes de irme a la cama, mi madre me enseñaba el Padrenuestro y el Avemaría. En este tiempo, tendría unos 4 años. En definitiva, mi familia era cristiana, mi madre iba a Misa y daba catequesis; en ocasiones me iba con ella cuando no me podía quedar con mis abuelos. Se puede decir, por tanto, que siempre he tenido relación con la Iglesia, donde he crecido y madurado. Me encantaba leer cuentos y recuerdo que mucho antes de empezar la catequesis de comunión me regalaron una Biblia joven, y ahí mi amigo Jesús seguía enseñándome. Sí, digo «amigo Jesús» porque es la mejor manera de llamar a la relación que tengo con Él.

La llamada

Tras hacer la comunión, tuve dos años que fueron fantásticos; comencé yendo a un grupo de jóvenes en donde hacíamos oraciones al estilo de Taizé y donde leíamos el evangelio los viernes por la noche. Ir a misa y escuchar la Palabra también me encantaba. Fue aquí donde vi por primera vez a Jesús en un sacerdote, y fue de las veces que más cercano lo había visto, porque ya lo veía en los pobres y en los que sufrían. Jesús es el más amigo de los que sienten dolor. Volviendo al tema, cuando vi que una persona era como Jesús mismo pues me dije: «Hala, si esto es de verdad un cura, yo también quiero ser como él». Una vez reuní el valor de decírselo a mis padres, que me dijeron teniendo doce años que debería pensarlo muy bien, así que lo dejé un poco aparcado. Más adelante, con 17 años y habiendo sido confirmado, sentí que esa necesidad de querer ser como Jesús estaba aflorando con una fuerza más inmensa, pues aunque pretendía estudiar una cosa u otra, o llegar a ser ciclista profesional, nada me satisfacía más que el consuelo que me daba al participar en la vida cristiana. El 13 de abril de 2018 tuve una caía considerable con la bicicleta, lo que me hizo parar un poco. Hasta los 19 años había dejado a un lado mi llamada, pero en ese momento se me abrieron los ojos y vi que la plenitud a la que estaba llamado empezaba por hacer caso a esa llamada, lo que después se confirmó como una felicidad plena que, no exenta de cruces, siento cada día de una forma mejor y más especial.

El hoy

Entré en el seminario con 19 años y tuve que hacer bachillerato para acceder a los estudios universitarios. Fueron dos años muy felices con muchos sufrimientos, sufrimientos que han hecho que conozca y ame más a Jesús. Este año he comenzado con los estudios universitarios tras haber hecho la EBAU y discernido la voluntad de Dios profundamente. Hoy por hoy, aún me queda mucho para parecerme a Jesús pero voy en camino gracias a la labor de la Iglesia que ha sido como mi madre. Te invito a que descubras a Cristo en ella y a saber que quizás Jesús te pueda estar llamando a entregar la vida al igual que Él.