Durante una semana, los seminaristas de 2º y 4º del Seminario Mayor San Fulgencio hemos recorrido los 111 kilómetros que separan Sarria de Santiago de Compostela, realizando así el último tramo del camino francés. Junto a nosotros caminaba uno de nuestros formadores, D. Francisco José Fernández, que explica que peregrinar a Santiago como comunidad de seminaristas mayores ha supuesto un “camino de espiritualidad, donde cada etapa ha estado fundamentada por la fe, es Dios es el que nos mueve a ponernos en camino”.

Pablo Romero, seminarista de 2º, asegura que caminar a Santiago ha sido “concentrar toda una vida, toda la vocación en una semana, con la experiencia de que pase lo que pase siempre hay que seguir caminando hacia lo que Dios nos marque". También de 2º, José David Solano, destaca que para realizar el camino hacia Santiago es necesaria la paciencia y que la mejor recompensa es encontrarse con el apóstol.

Del 1 al 5 de julio, seminaristas y formador recorrimos las cinco etapas que nos llevarían hasta la tumba del apóstol, cinco días intensos, como explica D. Francisco José Fernández: “El camino es confianza, porque te fías de las indicaciones de las personas a las que preguntas, te fías del otro; es pobreza porque un peregrino vive con poco; es alegría porque a cada paso ves una meta superada; es paciencia porque no se hace el camino en un solo día, cada día tiene su afán; también es silencio, un silencio sonoro donde Dios habla. Y por supuesto, el camino ha sido comunidad y fraternidad, porque hemos caminado con el seminario, como parte de una historia en común y como familia de Dios en la Iglesia, caminamos unidos, dejando semillas con aquellos que nos hemos tropezado de lo que somos y hemos recibido como regalo, porque somos vocación, llamada y regalo de Dios para el mundo, y nuestro peregrinar ha dejado su huella en los otros”.

Para Miguel Ángel Alarcón, seminarista de 4º: el camino de Santiago ha supuesto muchas dificultades: “lesiones, ampollas, dolor, dudas, miedos; pero también alegrías, superación y esfuerzo... Es semejante al camino que se comienza al nacer, pero sólo hay un bastón que ayuda a llegar a la siguiente etapa, la confianza en que Dios prepara el camino para ir a Él".

Finalizado el camino,  disfrutamos del fin de semana en Santiago de Compostela y ayer regresabamos a nuestra Diócesis. “Mañana no habrá botas que poner, ni ropa que lavar, pero no se termina el camino llegando a Santiago, hemos de dar razón y esperanza de lo que hemos vivido. Santiago no es la meta, al llegar allí descubrimos una nueva señal en el interior, como una flecha amarilla que marca un nuevo destino: vivir nuestra vida y vocación en clave peregrina, desde la sencillez y la pobreza, desde la fraternidad, siempre hacia delante, superando dificultades, afrontando nuevos retos y guiados siempre por Dios. Seguimos en camino, buen camino”, explica D. Francisco José Fernández.

Ver fotos